Ningún libro escrito o por escribirse podrá compararse a La Biblia. Ella no sólo es fuente de inspiración divina sino que ella por sí misma es regla y manual de fe y vida, para todo creyente en Cristo. Nuestra fe y nuestra práctica diaria deben basarse necesaria e indispensablemente en lo que La Biblia nos enseña.
Tanto el Viejo, como el Nuevo Testamento, son inspiración verbal y literal de Dios y constituyen la revelación a los hombres de la voluntad de Dios. La Biblia es la autoridad infalible de fe y conducta (2 Timoteo 3:15, 16; 1 Pedro 2:2.).

Se le llama comúnmente La Biblia, porque es un conjunto de libros (66 en total) compilados en un solo volumen, la iglesia desde la antigüedad ha aceptado este denominativo. Pero es más propio llamarla “Las Sagradas Escrituras” ya que así es como la misma Biblia consigna en 2da Timoteo 3:15.
Es un hecho que La Biblia es la Palabra de Dios Su origen queda claramente establecido con esta designación.
El contenido de las Escrituras no es el producto de la mente humana, sino la Palabra infalible de Dios. No solamente algunas partes de la Biblia tienen ese origen, sino todas sus páginas, desde Génesis hasta Apocalipsis. Es una carta de Dios dirigida al hombre
Dios Mismo es el autor de La Biblia.
Dios se revela a sí mismo a los hombres en dos formas. Una se llama la revelación general y la otra la revelación especial.
En la revelación general, Dios se manifiesta a todos los hombres en todos los tiempos.
A Dios podemos verlo obrando con grandeza en la Creación, y confirmamos su presencia majestuosa y omnipotente en el curso de la historia. Su gloria y poder son evidentes.
Pero la revelación general no es suficiente. Y en el presente, ya no refleja fielmente a Dios. El pecado del hombre ha cegado la vista y el entendimiento humano y ahora se hacen necesarios lentes de gran aumento, para poder ver claramente a Dios. Por eso, Dios se revela de manera Especial.
La revelación especial. Se llama así porque está al alcance de algunos solamente y limitada a lo que leemos en la Biblia. Las Sagradas Escrituras con un mensaje central, el Señor Jesucristo, son la revelación especial de Dios. Una luz en el camino que ilumina el sendero que debemos andar.
En La Biblia Dios se revela a sí mismo y nos dice cómo es El y qué demanda de nosotros. Dios nos dio la Biblia. En ella nos muestra, con palabras y actos, cuál es nuestra relación con él.
Dios no escribió la Biblia con su propia mano, sino que se valió de otros llamados profetas, apóstoles y evangelistas. Estos recibieron mandato especial de Dios para poner en forma escrita la historia de la salvación. Por eso, aunque fueron hombres los que escribieron la Biblia, ésta es la Palabra de Dios. Esos hombres fueron guiados por el Espíritu Santo para escribir lo que Dios quería, como leemos en 2da Pedro 1:21 "... los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo".
Las Sagradas Escrituras no son un libro sin orden, ni tampoco el relato de un solo episodio. Hay divisiones pero también unidad de criterio.
Esta dividida principalmente en Antiguo y Nuevo Testamentos. En el Antiguo se cuenta la historia de la humanidad y del pacto que Dios hizo con los hombres. Y su promesa de enviar a Cristo, mientras que el Nuevo

La palabra "testamento" se refiere a la alianza que Dios hizo con Adán, luego renovó con Abraham y finalmente estableció con los creyentes por medio de Cristo.
Cada uno de los diferentes libros de la Biblia, lleva la marca del que lo escribió y su propia personalidad. No obstante, la unidad del mensaje se mantiene de principio a fin. Es asombrosamente notorio que en cada uno de ellos, en una forma u otra, se nos habla del plan redentor de Dios. Cristo es el tema principal de la Biblia.