
Barajándolo más despacio: la fe, viene por el oir la palabra de Dios (Romanos 10:17), una vez que oimos, creemos y somos convencídos de pecado por el Espíritu Santo(Juan 16:8), creandose en nosotros la sed de ser perdonados y por ello nos arrepentirnos de haber ofendido a Dios.
Toda vez que nos arrepentimos, y empezamos a dar fruto de arrepentimiento, vamos siendo convertidos de las tinieblas a la luz y poco a poco nos acercamos a dar muerte al viejo hombre, a la naturaleza pecaminosa que heredamos de Adán. Es entonces cuando ya estamos listos para ser sumergidos en las aguas, que no es otra cosa que un acto publico mediante el cual sepultamos a la carne y al salir del agua damos la bienvenida a la nueva vida en Cristo, renacemos para Dios luego de haber muerto al pecado.
Observe el amado lector todos los pasos que deben cumplirse para ser bautizado, requisitos éstos que no pueden ser llenados por un infante, que:
1- Oye, pero no analiza a fondo cosas tan profundas como la salvación.
2- No cree, pues no entiende lo que oye.
3- No se arrepiente de nada, pues no conoce el pecado, apenas reconoce a sus seres cercanos, por lo tanto no puede dar frutos de nada excepto de cariño,
hacia sus progenitores.

Otro aspecto relevante del bautismo es que debe hacerse por inmersión no por aspersión, o sea el candidato a bautismo deber ser sumergido en agua, así lo hacía San Juan Bautista, así lo ordenó el Señor y así lo hicieron los apóstoles. No rociando agua aunque de seguro, usted no querrá que metan su niño en un estanque de agua.
El bautismo debe ser un acto consciente, cosa que no posee un infante. Lo que sí procede es presentar los niños ante Dios, preferiblemente al término de la primera semana de su nacimiento, tal y como lo hicieron los justos en la antiguedad y como lo hicieron José y María con Jesús en Jerusalem.
O como lo hicieron aquellos padres que llevaron sus hijos a Jesús para que los bendijese y orase por ellos, eso es lo correcto, eso dijo Jesús: "Dejad a los niños venid a mi y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos" (Mateo 19: 13-14).
Los niños s

Por lo tanto, siendo que el bautismo es un sacramento que representa el verdadero arrepentimiento, no puede ser administrado a un niño, que está exonerado temporalmente del pecado adánico.
Es más, todos nosotros, si aspiramos llegar al cielo algun día deberemos presentarnos como niños ante Dios, santos y sin maldad ni malicia alguna.
Somos nosotros los que debemos creer al evangélio (Marcos 1:15). Somos nosotros quienes debemos arrepentirnos y convertirnos para que sean borrados nuestros pecados (Hechos 3:19).
Somos nosotros, adultos conscientes quienes debemos cumplir el mandato del Señor consignado en Marcos 16:16 (el que creyere y fuere bautizado) si es que realmente queremos ser salvos.
Definitivamente entonces, el bautismo no es cosa de niños, ni para niños.