CABECERA

¡Santa Mercancia!

Parecía imposible admitirlo pero con dolor hay que hacerlo, el evangelio del Señor, está en venta y se ha convertido en la mercancía mas lucrativa y demandada del momento.

Y todo porque el dios de este siglo se llama Mercurio, un antiguo dios de la mitología romana quien se creía el mensajero entre los dioses pero que posteriormente fue adorado como dios del comercio.

Mercurio fue una "deidad" muy popular en la antigua y decadente Roma y ha vuelto a serlo en este tiempo en que la Roma profetica toma más fuerza y se prepara a gobernar una vez más al mundo "el que tenga oidos para oir que oiga".

Hoy Mercurio (o la criatura infernal que se esconde tras él) está riendo con la muela de atrás, pues todo tiene un precio y hasta lo impensable esta en venta.

La fiebre del oro ha llegado al mismo lugar santísimo y los modernos "sacerdotes de Dios" negocian y comercian con la fe, ya no ven a los feligreses como ovejas del reino, sino ovejas de trasquiladero.

Los hay de todos los credos, catolicos y protestantes, un gran número ha desertado de la fe genuina y han renunciado al llamado pastorado genuíno para convertirse en ovejeros asalariados y por ende ladrones y salteadores.

Pareciera que el Espíritu que reinaba en los corazones de los padres de la iglesia ha sido desterrado, y quienes en los primeros días rechazaban las dádivas o intentos de corrupción, hoy le abren los brazos a la ambición.

Más no todo está perdido, pues en medio del reino de mercurio, el dios de este siglo, aún hay un selecto puñado de hombres fieles que no han doblado su rodilla ante él ni sus pasos se encaminan hacia la ambición y la mercadería, sino que, permanecen de pie y no venden la fe a ningún precio. Sin importar cuán alta y tentadora sea la oferta del Simón el Mago, (Hechos 8: 9-25) con valor y decisión la desechan por amor de aquel que por gracia nos ha salvado.

Ese pequeño remanente aún puede caminar con la frente en alto y pueden estar tranquilos y sin miedo de que cuando el Maestro entre a su casa de oración no la hallará convertida en cueva de ladrones y los eche a latigazo, en vivo y en directo "al lago de fuego eterno, preparado para el Diablo y sus ángeles".

Bienaventurado aquel siervo a quien su señor lo encuentre obrando correctamente.