Cuenta la historia que en medio de la prohibición del emperador de que sus soldados en batalla contrajesen matrimonio, Valentín los casaba en secreto, por lo que Claudio III ordenó que fuese arrestado y enviado a la muerte.
Valentín era un cristiano fiel, amaba al prójimo, sabía que a Dios le agrada el amor sincero, verdadero y sin mancha. Sabía que el matrimonio era honroso ante los ojos de Dios, (Hebreos 13:4) por eso desafió la orden del emperador y auspiciaba ceremonias matrimoniales en el nombre de Jesús a cuantos quisiesen casarse. Aunque no se conoce el año exacto de su muerte, Valentín fue martirizado un día 14 de febrero.
Como cristianos, debemos cuidarnos de no reverenciar a ninguna persona excepto a Dios, pero la biblia nos enseña que debemos honrar a quienes lo merecen (Romanos 13:7) y eso es lo que debemos hacer con respecto a San Valentín: vivió para Dios, le honró, fue valiente su ejemplo y su vocación de servicio a Dios, pero sobretodo, testificó del gran amor de Dios hasta el punto de dar su vida por ello.
Valentín es un icono del amor y la amistad. En su honor se celebra el 14 de febrero, pero para el creyente verdadero, todos los días deben ser Día de San Valentín, no es un simple deseo del corazón, sino una orden a cumplirse. Jesús lo dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.” Y fue más lejos aún: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.” (Juan 13:34-35).
Si somos discípulos de Cristo, San Valentín será celebrado en nuestras vidas todos los días, amando a nuestros semejantes, del mismo modo que Cristo nos amó primero. Solo así mostraremos que Cristo vive en nosotros.